2/12/10

Accidentes.

Malas noticias.
Confesiones incómodas y dificultad con la fluidez oral.
Falta de atención y de respeto; diría, incluso, falta de consideración.
Pero tranquila, el día sólo acaba de empezar.
Lluvia y mocos.
Pañuelos en paradero desconocido.
- No te hagas ilusiones, tonta, no vas a tener tanta suerte de encontrarte con uno de esos hombres que venden clínex mientras los coches se paran en un semáforo. Eso podría ocurrirle a una de esas chicas que salen en las películas, esas que son rubias y van perfectamente peinadas, esas que van con los labios pintados y con unos zapatos impecables-.
- Olvídalo, no hay nada que hacer-.
Por fin entras en la facultad.
Ya no hay lluvia que te moje y te has librado de los mocos con papel higiénico del baño.
No cantes victoria, querida.
Estás a punto de coger el pomo de una puerta para entrar al departamento donde tienes las prácticas cuando, de repente, alguien al otro lado abre vigorosamente la puerta... impactándote con el borde entre el labio inferior y la barbilla.
Confusión.
Dolor.
Lágrimas de conmoción.
Disculpas inútiles, pero francas.
Sólo quieres caminar.
Sentir cómo el aire frío te congela las mejillas y la nariz.
Y llegar a casa.
Pronto.

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