28/12/10

Frío.

Grietas aquí, en tus ojos. Sublimes y desconsideradas al mismo tiempo. Aún no tuviste tiempo de analizarlas, ni de pedirles explicaciones.
¿Falta de tiempo o una simple excusa? Difícil elección, como siempre. O tal vez no te ves capaz de enfrentarte a esos surcos de dolor que se atreven a deformar el paisaje de tu axistencia. Soberbios y descarados, como el frío de esta noche.
¿Miedo a no verte? ¿Miedo a no reconocerte? No, ya no sabes lo que es el miedo, y ni siquiera te preocupa. Lo que ocurre es que no soportas sentirte abrumada por las peligrosas reflexiones que pueden desencadenar el hecho de responder... ¿verdad?
Rebuscar en la memoria del olvido.
Infundir esa nostalgia que no soportas (porque -no te engañes- no la dominas).
Y sentir, al igual que uno de esos niños del parque, ganas de correr con el viento, como si, en el fondo, esperaras que se lleve todo consigo.

24/12/10

Diálogos reveladores III.

- Te iba a dar un beso...
- ¿En serio? ¿Y dónde?
- Aquí -dice, señalándose el ombligo-.
- Lo siento, pero comprende que ese es un sitio especial, asi que se lo reservo a alguien especial.
- Bueno... ¿entonces dónde me dejas?
- Aquí... -dice, señalándose la mejilla- o aquí... -dice, mientras se rie, señalándose la frente-.
- ¿Y por qué no me dejas ahí? -dice señalándose el cuello-.
- No... ahí tampoco -dice ella, mientras se ríe-.
- No me das miedo -dice un momento antes de darle un suave mordisco en el lado derecho de la barbilla-.
- Tú mismo...

18/12/10

Reflexiones II.

(...)
"El hombre vive alerta en las fronteras de sí mismo, asomado hacia afuera, absorto en la naturaleza.
El yo vive directamente desde las cosas y va a ellas y se ocupa en ellas atravesando su propio volumen íntimo como el rayo del sol por el cristal, sin parar ni reparar en él. He aquí cómo desde un punto de vista biológico lo normal y primario es que el hombre se ignore a sí mismo.
Lo que sorprende e intriga, y demanda aclaración es el hecho inverso: ¿Cómo la atención, que primariamente es centrífuga y va a la periferia, ejecuta esa inverosímil torsión sobre sí misma y el yo, volviéndose de espaldas al contorno, se pone a mirar hacia dentro de sí mismo?"
(...)

11/12/10

Diálogos reveladores II.

     - Oye, y a ti... ¿qué tipo de chico te gusta?
     - ¿A mí? Pues... bueno, mis gustos son algo a parte... No suelo fijarme en lo que suele ser habitual.
     - ¿Qué quieres decir? Joder, ¡no me digas que no te fijas en tios buenos!
     - Eh... bueno, puede ser que coincida que esté bueno, pero lo cierto es que eso no es precisamente una de las cosas en las que me fijo. Mejor dicho, no es una cosa que determine que me guste o no un hombre.
     - Pero... ¿entonces en qué te fijas?
     - La verdad es que no creo que sea que "me fijo", sino simplemente hay hombres que me resultan atractivos. No sé qué es exactamente lo que determina que me resulten atractivos. Quizá las facciones, la forma de los ojos y cómo miran, la sonrisa, sus movimientos, su forma de andar y hablar... pero nunca unos músculos, una camiseta o pantalones ajustados, una cresta. No sé si entiendes a lo que me refiero.
     - Bueno, pero ¿no me puedes poner algún ejemplo?
     - Sí, claro. Mira.

                                          Emmanuel Esparza

                                               Scott Foley

                                               Xabi Alonso

                                           Mariano Alameda

2/12/10

Accidentes.

Malas noticias.
Confesiones incómodas y dificultad con la fluidez oral.
Falta de atención y de respeto; diría, incluso, falta de consideración.
Pero tranquila, el día sólo acaba de empezar.
Lluvia y mocos.
Pañuelos en paradero desconocido.
- No te hagas ilusiones, tonta, no vas a tener tanta suerte de encontrarte con uno de esos hombres que venden clínex mientras los coches se paran en un semáforo. Eso podría ocurrirle a una de esas chicas que salen en las películas, esas que son rubias y van perfectamente peinadas, esas que van con los labios pintados y con unos zapatos impecables-.
- Olvídalo, no hay nada que hacer-.
Por fin entras en la facultad.
Ya no hay lluvia que te moje y te has librado de los mocos con papel higiénico del baño.
No cantes victoria, querida.
Estás a punto de coger el pomo de una puerta para entrar al departamento donde tienes las prácticas cuando, de repente, alguien al otro lado abre vigorosamente la puerta... impactándote con el borde entre el labio inferior y la barbilla.
Confusión.
Dolor.
Lágrimas de conmoción.
Disculpas inútiles, pero francas.
Sólo quieres caminar.
Sentir cómo el aire frío te congela las mejillas y la nariz.
Y llegar a casa.
Pronto.