Confesiones íntimas XI

Pienso en ti, inevitablemente. Te comparo con otros chicos que van apareciendo en mi vida. Comparo lo que sentía contigo con lo que jamás he vuelto a sentir con ninguno de ellos. ¿Fue un error? Tengo dudas. Pensé que sería lo mejor para ti, pero no me dí cuenta en ese momento del dolor que me estaría infligiendo a mí misma. Y lo peor de todo es no saber hasta cuándo durará; si podré perdonármelo.

Cambiar el rumbo de tu vida es posible:

Podemos cambiar. El miedo/indecisión que aparece, en la mayoría de los casos, ante la idea de cambio es porque no sabemos gestionar nuestras estructuras y funciones cerebrales, que están dotadas de plasticidad. No hemos aprendido a hacerlo.
Una vez creados, es difícil salir de esos caminos; nos cuesta desaprender. La única forma es bloquear el impulso de seguirlos; es decir, desaprenderlos. Y es posible.
Cambiar de mentalidad –al igual que de físico- requiere un gran esfuerzo, sin embargo. La diferencia es que los cambios mentales son mucho más sutiles que los físicos y tenemos mucha menos capacidad para diagnosticarlos y medir el impacto que tienen en nuestras vidas. Para eso, en teoría, existen los psicoterapeutas/psicoanalistas. En este sentido, podemos decir que se trataría de un tratamiento neuroplástico.
Pero, eh, podemos hacer un ejercicio de observación. A mí me sirve muchísimo verme desde fuera, mi vida. Tengo la capacidad de poder hacerlo y para ser algo tan subjetivo, mis conclusiones resultan razonablemente objetivas. Es útil. Y no sólo para nosotros mismos, sino de cara a comprender mejor nuestras relaciones con los demás.
Otra alternativa que puede ser altamente provechosa para ser más receptivos al aprendizaje, es ser colaborativos, empáticos. Ver que a nuestro alrededor hay personas que lo pasan mal por nuestras circunstancias o actos, por ejemplo, nos puede hacer “despertar”: “tengo que cambiar”, “no puedo seguir así”. Inversamente, las personas que potencian o refuerzan que nos mantengamos en esos caminos rígidamente arraigados no nos benefician; lo mejor es también “desaprenderlos”.

Cuando sepas de mí (R.M.)

(...)
Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.
(...)
Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos
(...)

Confesiones íntimas X

Para emocionarme, con leer tu nombre basta. Suena una melodía de fondo. Cierro los ojos, sin darme cuenta de que lo hago. Son muchos los recuerdos tuyos que se han anclado en mi memoría. Demasiados, para mi gusto, porque duelen. Y, en esa oscuridad, todos buscan ser protagonistas. A la vez, como una avalancha. Y me hacen llorar.

Dilemas internos XII

Me pasé 2010, 2011 e incluso parte de 2012 con un dilema interno, que es bien sabido por este blog. Pues bien:

“Soy profesor y hay una alumna que me vuelve loco. Me atrae físicamente y en un principio eso era todo, me gustaba mucho. Pero es una persona encantadora y eso hace que me haya ido enamorando de su personalidad. Cada día estoy más enamorado, no puedo dejar de pensar en ella y estoy casado. Me mira con mucho cariño, siempre me sonríe, me viene a preguntar cosas que no entiende. Yo soy una persona muy seria, sé que no debo involucrarme en esto, pero no puedo evitar sonreir cuando ella está cerca. Me siento lleno de vida y de felicidad gracias a ella. Cuando nos encontramos, nos miramos fijamente y sonreímos. A veces también nos ponemos nerviosos. Me considero una persona fría más bien, y nunca me pongo nervioso de esta manera, solo cuando estoy con ella. Entre los dos hay una química muy fuerte. Hace poco me dijo indirectamente que sentía algo por mi, pero yo no supe reaccionar en esos momentos. Sabía que aquello no era correcto... me mostré frio, como si nada. Pero no puedo dejar de pensar en ella. Siento que no solo me gusta, sino que mis sentimientos por ella son muy bellos y yo también necesito decírselo... pero ahora no sé cómo, ni cuándo. Tengo una lucha interna entre mi cabeza y mi corazón, porque como dije estoy casado y al mismo tiempo enamorado de una persona que no es mi mujer. Intento olvidarla, pero no puedo y menos ahora que sé que ella también siente algo por mi... es obsesivo. No sé qué hacer.”

Tesis

El sábado por la noche ví la primera película de Amenábar, que se titula “Tesis”. No tenía ni idea, hasta que me puse a indagar tras verla. Me gustó mucho. Va de una chica que está realizando una tesis doctoral sobre la violencia audiovisual. Le pide ayuda a su director porque necesita imágenes inéditas sobre el tema. Este se pone a buscar películas en una zona de acceso restringido, por el tipo de material. Coge una cinta de vídeo, después de mucho suspense, y se va a verla a la sala de proyecciones de la facultad. La chica le encuentra muerto al día siguiente, allí mismo.

Decide llevarse el vídeo que supuestamente había estado viendo. El mismo día, le pide a un compañero de clase que le facilite material también:

Ángela: Quería pedirte un favor. Me han dicho que te gusta mucho el cine violento y que tienes muchas películas de esas.

Chema: ... ¿De esas?

Ángela: Si, ya sabes, gore, pornografía...

Chema: Para empezar no las tengo, y aunque las tuviera no te las dejaría. Si te quieres poner cachonda vete a un sex-shop, quizás puedan ayudarte.

Ángela: Las necesito para mi tesis, es sobre la violencia audiovisual.

Chema: ¡Pues haberla hecho sobre Mickey Mouse!

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El resto no lo cuento, por si alguien no la ha visto.