28/7/10

Experiencias III.

Llamadas de desconocidos que no dicen nada. Dejan pasar los minutos sin emitir sonido alguno. La primera vez piensas que será otro de esos típicos teleoperadores porculeros e inoportunos. A pesar de ese pensamiento, eres de las que, siempre y cuando algo no te lo impida, coges el teléfono. La segunda vez que visualizas "desconocido" en la pantalla del móvil, recuerdas esa llamada idéntica de hace unos días, pero también decides descolgar... para volver a escuchar silencio al otro lado. La tercera vez, después de descolgar y decir "¿si?", esperas unos segundos y añades un "algún día tendrás que hablar...". A los tres días (récord de tiempo margen entre llamada y llamada), suena de nuevo el teléfono y, antes de descolgar, piensas "vaya, por lo visto debió gustarle lo que dije la última vez".
- ¿Si?
-
Dejas pasar más de treinta segundos.
- Oye, sinceramente, ¿no te parece absurdo llamar a alguien para no decir nada? Creo que deberías plantearte decir algo la próxima vez.

18/7/10

Mensajes.

Querida Ana:

Llevo semanas queriendo hacer esto, pero no encontraba mi climax particular para hacerlo. Me gustaría abrazarte cada día y decirte que quiero ser un motivo para que no te abandones a la deriva de lo desconocido. Será egoísta, pero necesitaba que lo supieras. En parte, supongo que el sentimiento es que cuando das un paso atrás, en alguna parte de mí, también se apoca una esperanza.
Todo esto sonará extraño, quizá. Pensarás que cómo es posible que sienta todo eso sin haberte mirado nunca. ¿Qué puedo decirte? No puedo contestar a eso, simplemente trato de traducir en estas palabras lo que acontece dentro de mí. Lo que escribes, en parte, es como si me permitiera observarte de cerca; y supongo que, aún así, no puedo decir que realmente te conozca, pero el caso es que te admiro.

Ví la película que me recomendaste: "Mary and Max". A mí también me encantó.

Con cariño.

8/7/10

Reflexiones.

(...)

"Me detuve frente a una vaca que estaba a punto de parir y comprendí que el ambarazo había sucedido dentro de su cuerpo como el lenguaje sucede dentro del nuestro. Comprendí que yo, finalmente, no era más que un escenario. La idea resultó enormemente liberadora. Quizá no seamos los sujetos de la angustia, sino su escenario; ni de los sueños, sino su escenario; ni de la enfermedad, sino su escenario; ni del éxito o el fracaso, sino su escenario...
El nombre es una prótesis, un implante que se va confundiendo con el cuerpo, hasta convertirse en un hecho casi biológico a lo largo de un proceso extravagante y largo. Pero tal vez del mismo modo que un día nos levantamos y ya somos Fulano de Tal, otro día dejamos de serlo. Tampoco de golpe, poco a poco.
- Qué raro -dijo- me parece escucharles a ustedes lo que dicen sobre mí.
Tal extrañeza respecto a su propia vida sólo podía significar que él, en parte, al menos, ya no estaba allí. Pero si no sabemos cuándo empezamos a ser Fulano de Tal, cómo averiguar en qué instante comenzamos a dejar de serlo."