14/3/10

Cotidianidad.

Un día cualquiera, se establece una extraña conexión con otra persona, sin más. No hace falta premeditar una situación, ni rezar para que ese tipo de cosas sucedan. Estás sentada en el mismo asiento de todos los días y no has hecho nada que haga que ese día sea especial o pueda indicar que vaya a serlo.
Miradas que se orientan en la misma dirección en un instante concreto e irreversible.
Los días pasan y la sensación de esa primera vez te gustó, asi que repites. Otro día, te das cuenta de que has sonreído o incluso has llegado a pronunciar un saludo verbal, pero era un acto casi involuntario.
Te apuntas a un curso en el que estabas convencida de que no coincidirías con nadie conocido, pero te equivocas. Le ves, de espaldas, pero sabes que se trata de él. ¿Por qué te colocas en ese lugar, justo donde sabes que te verá también? No estás muy segura de la razón, ni siquiera se puede decir que estés muy segura de lo que haces en ese momento, pero el caso es que lo haces. De vez en cuando le miras desde tu posición y percibes sus movimientos cuando no le miras. Sí, claro que te ha visto, claro que te ha mirado más de una vez, como tú a él.
Al día siguiente también tienes curso y presupones que volverá a estar ahí. Llegas y te aproximas al lugar en el que estuviste el día anterior, pero no te sientas ahí, no, sino en el asiento que había justo al lado del que ocupó él, ¿sabes por qué? No, tampoco hoy estás muy segura, pero también lo haces. En realidad, piensas que te gusta mucho más ese sitio que el de ayer y que si no te pusiste ahí era porque él hubiese estado a tres centímetros de ti.
Llega la chica que conociste ayer y realizas un semigiro para hablar con ella. Entonces, por detrás, en un segundo plano, digamos, le ves a él parado, mientras te mira, e indeciso.
Tu mente asocia ideas y llegas a la conclusión de que su intención era sentarse al lado de donde estás, pero sus amigos están unas filas más atrás, asi que se va con ellos.
En el intermedio, se dispone a colocar sus cosas en un asiento que deja otro libre entre el tuyo y el suyo.
- Oye, que si os queréis sentar aquí, a mí no me importa cambiarme.
- No, no te preocupes, si hay sitio de sobra.
Casi no le has mirado al hablarle, pero él a ti sí; de hecho, te ha seguido mirando despúes. Salen casi todos de la sala, pero tú te retrasas. Al salir, te lo encuentras de nuevo, ahí, justo enfrente, y sonries mientras él vuelve a quedarse mirando.
En la segunda sesión, gira la cabeza con intermitencia hacia ti, y tú lo sabes, pero no miras, sino que dejas que te mire (pero, ¿qué estoy haciendo?).
Cuando termina de firmar, acercándose a tu asiento mientras él sigue sentado en el suyo, te pasa la lista. En cualquier otra situación, habría pasado absolutamente desapercibido, pero ahora no; es uno de esos movimientos que hacemos cuando queremos que alguien se fije en nosotros, cuando esperamos alguna reacción por parte de otra persona, ya que el acercamiento era completamente innecesario.
Notas que quiere hablar contigo, que quiere saber de ti.
Al día siguiente, te enteras de que se llama Nico (ehmmm... no, claro, ese nombre es como otro cualquiera o, al menos, tratas de autoconvencerte de eso). Decides no ir al curso ese día...

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