13/1/10

Suceso inesperado.

El reloj de mi móvil marca las 01:21. Hace un rato sonó el teléfono de mi casa. Juan preguntó por mi madre  Me pareció que estaba triste, no me saludó con alguna de sus bromas, ni me preguntó cómo estaba, como hace siempre. Mi madre acababa de meterse en la cama, así que no estaba dormida aún. Le pasé el teléfono y escuché cómo le decía que su padre había muerto. Hablaron algo más, pero yo ya no estaba atendiendo. Al colgar, ella se levantó, se vistió mientras me decía que yo me quedara en casa, y luego se marchó.

Mañana, antes de medio día, tengo que entregar mi parte de un trabajo y todavía me queda la mitad. Debería estar en ello, pero no, ahora no puedo evitar pensar en otras cosas.

Yo conocía al padre de Juan (conocía, en pasado, joder, hace unas horas, solamente unas horas, ese conocía sería un conozco). Paco llevaba catorce años sin poder valerse por sí mismo y ya casi no salía a la calle, a no ser que fuera para meterse en un coche que, desde luego, él no conduciría. Le costaba mucho andar y hablaba con gran dificultad.
En el verano, algunas veces, cuando iba a comprar el periódico, compraba otro más y se lo llevaba a su casa, que estaba muy cerca. Una de esas mañanas me dijo: "Yo no sé qué cosa tan mala habré hecho para esto". En ese momento, me recordé a mí misma hace años, cuando también me planteaba lo mismo, pero a él no se lo dije, claro. Tardé unos segundos en reaccionar y en saber qué decir, pero acabé por acercarme un poco más a él para decirle que torturarse con eso no conducía a nada bueno, que había que tratar de asumir las cosas que nos ocurren y disfrutar de las personas que están con nosotros y de las cosas que nos gustan. Qué situación más difícil. Luego me preguntaba: ¿Le habrá servido de algo lo que le he dicho? No sé, él sólo me respondió haciéndome una leve caricia en la mejilla izquierda. Luego, de camino a mi casa, volvía a sentir ese dolor que siempre aflora ante las cosas que no comprendo de la vida.

Esta noche sólo puedo decir que él quería morir hace mucho tiempo, pero no lo hizo hasta hoy. ¿Por qué? La vida no se elige, ni la muerte tampoco. Yo nunca he querido morir, pero la muerte no me hace sentir miedo, al igual que la vida. A cambio, tengo incertidumbre, expectativas, pensamientos sobre el futuro, interrogantes, reflexiones, paradojas... y prefiero quedarme con eso, aunque, a veces, no sea bueno pensar tanto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario