31/8/11

Cartas.

Es lo único a lo que puedo recurrir en estos momentos, pero no sé qué pretendo exactamente al escribir estas palabras. Estas palabras inútiles, cuando lo único que quiero en realidad es estar a tu lado. Decírtelo personalmente. Poder abrazarte.
Han pasado dos años… Y sigo llorando cada vez que leo esos mensajes y correos electrónicos.
Hubo un día en que me dí cuenta de que yo no podría hacerte feliz. Fue horrible llegar a esa conclusión. Te lo aseguro.
Después no sabía qué hacer, pero tenía claro que debía tomar una decisión; y era inevitable que fuese dolorosa, pero escogí la que pensé que resultaría menos destructiva para ti.
Supongo que esta distancia que siempre ha existido entre tú y yo hace que mis palabras pierdan credibilidad ahora, pero nunca fue mi intención hacerte daño. Te quería de verdad, a pesar de que mi comportamiento te hiciera pensar lo contrario.
Quería que fueses feliz; lo necesitaba intensamente. Tanto que me distraje y perdí un poco la conciencia de mí misma, la noción de mis circunstancias.
Ese fue el error.
Unos meses antes de llegar a mi conclusión, dijiste esto:
(…) “Yo esperaba que cambiara algo cuando vinieras aquí. Que viera las cosas de otra manera, no sé, más claras. Porque tú eras lo único bueno que podía pasarme, todo lo demás parecía abocado al fracaso. Contigo todo había ido bien desde el principio, y no sé, creo que volqué todas mis esperanzas en ti. Pensé que si sólo eso salía bien todo lo demás dejaría de ser importante. Porque eso al fin y al cabo es lo que he querido siempre, lo que nunca había pensado que podría ocurrirme a mí. Ahora tenía una posibilidad. Y eso has sido tú siempre: una posibilidad. La única posibilidad. La promesa de un cambio, un cambio a mejor. "Por fin va a llegar, después de tanto tiempo". Es algo muy simple, en realidad. Una chica que se interesa por mí, una historia de amor, una relación, eso es todo. Realmente no importaba que fueras tú, precisamente tú, me habría agarrado a esa posibilidad si se hubiera presentado en cualquier otro momento. Pero nunca se presentó. Y yo tampoco hice nada para que se presentara.” (…)
Te hacía falta una chica menos problemática que tú, más estable, que restara dramatismo a tu vida y a tu situación psicoemocional. Y no era –soy- yo. Detrás de esa chica dulce y alegre había una historia insospechadamente omitida.
Hubo cosas que no te conté, casi todas relacionadas con mi estado de salud y mi entorno familiar. No fue falta de confianza, ni tampoco vergüenza. No sé qué fue. Tal vez simplemente no surgió un buen momento, tal vez no supe cómo explicártelo.
Y decir que lo siento ahora no sirve de nada, pero ya no puedo hacer ninguna otra cosa
De todas formas tu posibilidad no era yo, y el hecho de que te fueras con esa chica me lo confirma. Pero eras –y eres- alguien muy especial para mí. Te lo dije siempre.
Era extraño, ¿sabes? Porque me sentía tan identificada contigo… que era como si tuviese que “salvarte” a toda costa. Porque así de alguna manera también me salvaba a mí misma.
Esa era la diferencia, que a mí no me valía cualquier otro. Solo tú.
No soy capaz de expresarlo de una forma más concreta, porque todo esto tiene una base puramente irracional y además no sé si te conocía tanto para sentirlo como una certeza tan absoluta. Pero el caso es que era así.
Fue triste asumir que no sabrías los verdaderos motivos que me llevaban a actuar de aquella manera; saber que para ti sólo iba a ser una chica egoísta y cruel que te dejó destrozado sin explicarte nada. Pero aún hoy creo que haberte dado a conocer de qué va realmente mi vida te hubiese hecho más infeliz de lo que eras ya. –Porque esa chica que era “tu única posibilidad” en realidad no iba a ser la solución a nada-. Y eso quería evitarlo, si podía. Lo tenía muy claro. Bastante decepcionado de la vida estabas ya.
Solo quiero que sepas que no he dejado de creer en ti –en tu potencial- ni un solo momento. Y que no lo haré nunca.
Gracias por haberme hecho vivir momentos tan bonitos y llenos de intensidad e ilusión, y por haber sido algo así como una fuente de energía vital.
Espero que ahora seas feliz.

2 comentarios:

  1. Y tú qué, Yo, qué pasa contigo? Tu felicidad no te importa? Eso es todo lo contrario al egoísmo...

    Aunque te lo "reprocho", te entiendo. Siempre empatizo con todo lo que escribes... y creo que no valdríamos para mantener nada estable porque no lo somos... Pero me parece que ese drama nos hace vivir con más intensidad... igual vale la pena ;)

    (gracias por cada palabra, siempre me haces pensar)

    ResponderEliminar
  2. No sé qué pasa conmigo. No es que mi felicidad no me importe. No es eso. Yo soy feliz y me siento bien conmigo misma por lo general. Porque suelo ser consecuente.
    El problema es que ser consecuente a veces conduce a hacer cosas que te duelen sólo para que no le duelan tanto a otras personas. Porque las quieres y deseas su bien y su felicidad. Y lo último que quieres es ser la causa de su malestar o que esté relacionado contigo...

    Y sí, April, estoy de acuerdo contigo en que "no valdríamos para mantener nada estable porque no lo somos... Pero me parece que ese drama nos hace vivir con más intensidad...
    Lo de que merezca la pena es según el día y del humor que me pille... xD.

    Gracias a ti, por volver.
    Un beso.

    ResponderEliminar