14/2/12

Reflexiones (amorosas) IX

"El amor ha fascinado a la humanidad. Dos personas se conocen y se enamoran. El amor “surge” –uno no hace nada para padecerlo, simplemente ocurre- ; el amor nos hace olvidadizos, obsesivos, vulnerables, inseguros, celosos, acelera nuestro pulso, nos puede sumir en la depresión o en la euforia. La experiencia del amor se vive como algo irracional, predestinado; deforma la realidad, no obedece a las leyes de la razón y la objetividad.
De algún modo, aflora cierta lógica en ese impulso subconsciente. El amor llega por azar y la ausencia de diseño laborioso y ejecución calculada de su naturaleza, lo sitúan fuera de lo controlable. En su lugar, se produce un poderoso sentimiento que nubla la razón y quiebra la voluntad.
Enamorarse depende en gran medida de nuestras experiencias y aprendizajes pasados; muchos ven en él un retorno a la infancia en el clamor por ser querido. Por lo tanto, sin memoria no existiría: Se sugiere que la experiencia amorosa más reciente debe superar siempre el umbral de profundidad y complejidad alcanzado por las anteriores. –Como ocurre con las drogas, cada vez se requieren dosis mayores para colmar el síndrome de abstinencia-.
Sin embargo, el amor entre dos personas tiene igual rango e importancia para la salud y la supervivencia de la especie que otros impulsos como el sexo o la alimentación. Y, por supuesto, al margen de todo componente hormonal y demás factores, entraña para el ser humano una belleza innegable a la que solemos sucumbir gustosamente. Porque la belleza no es un concepto abstracto ni simplemente estético, sino una condición que está íntimamente ligada a lo que necesitamos para ser felices."

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