19/6/10

Mi vida sin mí

Esta eres tú, con los ojos cerrados, bajo la lluvia. Nunca imaginaste que harías algo así, nunca te habías visto como… no sé cómo describirlo, como una de esas personas a las que le gusta la lluvia o que pasan horas contemplando el mar o una puesta de sol. Seguro que sabes de qué gente estoy hablando… o tal vez no. Da igual, a ti te gusta estar así, desafiando al frío, sintiendo cómo el agua empapa tu camiseta y te moja la piel, y notar cómo la tierra se vuelve mullida bajo tus pies y el olor y el sonido de la lluvia al golpear las hojas. Todas esas cosas que dicen los libros que no has leido. Esta eres tú, quién iba a pensarlo… tú.

Y te das cuenta de que todos los escaparates brillantes, todas las modelos de los catálogos, todos los colores, las ofertas, las recetas, Martha Stewart, el Día de Acción de Gracias, las películas de Julia Roberts, las montañas de comida grasienta, intentan alejarnos de la muerte. Sin conseguirlo (…). Nadie piensa en la muerte en un supermercado.

Me encanta el frío, hace que me sienta viva.

─ ¿Me has estado mirando mientras dormía?
─ Sí, un rato.


Sé que te sientes tan solo que te duele, sé que no te gusta la gente, sé que tomas demasiados cafés, sé que piensas que la vida está pasando a tu lado y no sabes exactamente cómo y sé que te has obligado a no pensar en mí, porque es rídículo fantasear sobre alguien que has visto apenas dos veces.

Cuando miras a una persona, cuando la miras de verdad, puedes ver el 50% de lo que es. Querer descubrir el resto es lo que estropea las cosas.


- Tengo que decirte algo, tengo que decírtelo ahora, ¡Te quiero! Me he enamorado de ti, y creo que el mundo es un poco menos malo porque existes. Siento que quiero pasar contigo... compartir el resto de mi vida y todo eso, las palpitaciones, los nervios, el sufrimiento, la felicidad y el miedo.
Quiero... deseo acariciarte a todas horas y quiero cuidar de ti y de tus hijas, e incluso buscarle un trabajo decente a tu marido y comprarte una casa digna que no tenga ruedas.
- Ten cuidado, eso suena a clásico enamoramiento...
- Estoy enamorado, clásicamente enamorado, con el clásico marido que está a punto de aparecer y la clásica tristeza que llega cada vez que te marchas con él, las lágrimas, los gritos y todo lo demás...

Mi querido Lee:
Imagino que cuando te llegue esta cinta ya sabrás que he muerto, y bueno... esas cosas... quizás estés enfadado conmigo o dolido o triste o molesto, o quizás todo a la vez. Sólo quiero que sepas que me enamoré de ti. No me atreví a decírtelo porque... pensé que, en cierto modo, lo sabias, y no me di cuenta de cómo se iba el tiempo... tiempo es la única cosa que no me ha sobrado últimamente. La vida vale más de lo que crees, amor mío; lo sé porque tú llegaste a enamorarte de mí aunque vieras... ¿cuánto era? ¿un 10% o un 5, tal vez? Si hubieras visto todo, quizás no te hubiera gustado, o te habría gustado a pesar de ello. Ya nunca lo sabremos.
Una última cosa, Lee. Por amor de Dios, pinta las paredes y compra algunos muebles, ¿de acuerdo? No quiero que la próxima mujer que lleves a tu casa se haga una idea equivocada de ti y escape antes de conocerte, que no todas estan tan locas como yo. Me encantó bailar contigo.


Pensar, no estás acostumbrada a pensar. Cuando tienes un hijo a los diecisiete años con el único hombre al que has besado en tu vida y luego otro a los diecinueve con el mismo hombre, y además vives en un remolque en el jardín de tu madre, y tu padre lleva diez años en la cárcel, no tienes tiempo de pensar; quizá se te ha olvidado por falta de práctica.

¿Quieres saber por qué vomito? Vomito porque cuando tenía ocho años la que era mi mejor amiga fue diciendo por ahí que yo era una zorra. Vomito porque cuando tenía quince años no me invitaron a la única fiesta a la que he querido ir en toda mi vida. Vomito porque a los diecisiete años tuve mi primer hijo y tuve que hacerme mayor a la fuerza. Y ya no me quedan sueños. Y sin sueños no se puede vivir.

Rezas para que ésta sea tu vida sin ti. Rezas para que las niñas quieran a esa mujer que se llama como tú y para que tu marido acabe por quererla. Para que vivan en la casa de al lado y las niñas usen el remolque para jugar a las muñecas y apenas recuerden a su madre, que dormía de día y las llevaba de viaje en canoa. Rezas para que tengan momentos de felicidad tan intensos que cualquier pena parezca pequeña a su lado. Rezas a no sabes qué ni a quién, pero rezas, y no sientes nostalgia por la vida que no tendrás porque para entonces habrás muerto, y los muertos no sienten nada, ni siquiera nostalgia.


Ahora te apetecería probar todas las drogas del mundo. Pero todas la drogas del mundo no cambiarían la sensación de que toda tu vida ha sido un sueño y estás empezando a despertar.

Es duro saber que amas a alguien y no puedes hacerle feliz. Les quieres pero no puedes quererles como ellos quieren ser queridos.

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