31/1/11

Experiencias IV.

Tener que hacer un trabajo sobre el canibalismo puede que no resulte muy atractivo en primera instancia (y, de hecho, para algunos, ni siquiera en segunda instancia), pero a mí al menos me ha servido para ampliar mis fronteras mentales. Sí, me refiero a que, de no ser porque tenía que hacer este trabajo, posiblemente nunca me hubiese puesto a sacar libros de la biblioteca relacionados con el tema, ni me habría encontrado con cosas tan impactantes como la siguiente:

"Estimada señora Budd:
En 1894, un amigo mío servía como marinero de puente en el buque Tacoma con el capitán John Davis. Salieron de San Francisco con destino a Hong Kong. Una vez llegados a puerto, él y dos compañeros bajaron a tierra a emborracharse. A su regreso, el buque había salido ya sin ellos.
En esa época el hambre reinaba en la China. Cualquier clase de carne se vendía entre uno y tres dólares la libra. Los más pobres sufrían tanto que vendían a los carniceros a sus hijos de menos de doce años para que los despedazaran y revendieran. En cualquier carnicería se podían obtener, así, bistecs, costillas y filetes. A la vista del comprador, los cortaban del cuerpo desnudo de una niña o un niño. Las nalgas, que es la parte más tierna, se vendían como ternera y eran el pedazo más caro.
John se quedó tanto tiempo en Hong Kong que se aficionó a la carne humana. A su regreso a Nueva York secuestró a dos niños, de siete y once años, que llevó a su casa. Los desnudó, los ató dentro de un armario y quemó sus trajes. Muchas veces, de día y de noche, los apaleaba y torturaba para hacer más tierna su carne. Mató primero al mayor, pues su culo era el más carnoso. Coció y devoró cada parte de su cuerpo excepto la cabeza, los huesos y los intestinos. El niño fue asado al horno (su culo), cocido, hervido, frito y guisado. El niño menor pasó a su vez por lo mismo.
En esa época, yo vivía en el 409 de la calle 100 Este, cerca del lado derecho. John me hablaba tan a menudo de las delicadezas de la carne humana que me decidí a probarla. El domingo 3 de junio de 1928 fui a casa de usted, en el 406 de la calle 15 Oeste. Lleve queso y frutas. Comimos juntos. Grace se sentó sobre mis rodillas para darme un abrazo. Decidí comérmela. Me inventé un cumpleaños y ustedes le dieron permiso para que me acompañara. La llevé a una casa abandonada de Westchester en la que me había fijado. Al llegar, le dije que se quedara fuera. Cogió flores silvestres. En el primer piso, me desvestí completamente para evitar las manchas de sangre. Cuando lo tuve todo listo, me acerqué a la ventana para decirle a Grace que subiera. Me oculté en un armario hasta que llegó. Cuando me vio desnudo se echó a llorar y quiso huir. La alcancé y me amenazó con decírselo todo a su mamá. La desnudé. Se defendió mucho, me mordió y me hizo algunos rasguños. La estrangulé antes de cortarla en pedacitos para llevarme a casa su carne, cocinarla y comérmela. No pueden imaginar cuán tierno y sabroso estaba su culito asado. Tardé nueve días en comérmela por completo. No me la tiré, aunque hubiese podido hacerlo, de haberlo querido. Murió virgen."

Esto está escrito por un psicópata, consciente de lo que hace y lo que dice. No es, por ejemplo, un enfermo de esquizofrenia o un paranoico o psicótico, que puede llegar a cometer verdaderas atrocidades impulsado por las crisis que les produce su enfermedad (pero eso, son enfermos, al fin y al cabo, y, en la mayoría de los casos, ellos mismos se entregan voluntariamente cuando toman conciencia de lo que han hecho).

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